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domingo, 11 de marzo de 2012

Algo se rompió... De Alguna Manera...

Algo se rompió…

 Vientos rotando al sur. Cristina Fernández. Dibujo: Pablo Temes.

El peor momento desde la 125. Tras la tragedia de Once, la Presidenta comete un error tras otro. ¿Se habrá terminado la luna de miel?

Cristina Fernández pasa por su peor momento político desde la pelea que perdió contra el campo. La inexistencia de un enemigo para atribuirle las culpas en la masacre ferroviaria de Once le produjo una suerte de síndrome de abstinencia que la empujó a cometer un error forzado tras otro y a mostrar inquietantes niveles de confusión. Hace poco más de 130 días tuvo el máximo honor de ser reelecta con 12 millones de votos, algo inédito en la historia. Por eso es incomprensible que haya insinuado dos veces una actitud de excesivo despojo sobre su cargo e investidura. Merodeó un tema innombrable. A muchos les corrió frío por la espalda. Primero dijo textualmente: “Créanme que tengo dudas si vale la pena seguir adelante”. Aclaró que siente eso cuando lo recuerda a “El” y ve cómo “algunos caminan rozagantes y critican con tanta facilidad”.

Más adelante aseguró que cambiaría todo lo que ganó en política y que ni siquiera había soñado, es decir las dos presidencias, por recuperar a la persona que mas amó en la vida. Son comentarios peligrosos en la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso. Encienden interrogantes sobre el verdadero estado anímico de una Presidenta verborrágica y dispersa como nunca, que continúa con su luto externo y sin elaborar el duelo interno.

Tal vez hay un malentendido de origen o una de las formas del autoengaño con las que todo ser humano intenta superar lo irreparable: darle a esa desaparición un carácter épico. Como si Néstor Kirchner no hubiera muerto en su cama matrimonial, de un paro cardíaco, después de que el cuerpo y los médicos le marcaron varias alertas. La forma en que Cristina encara tan dolorosa situación es como si su marido se hubiera inmolado por la patria. Incluso cuando Cristina mencionó a Juan Pablo Schiavi, usó el tono típico del reproche. “Está enfermo”, dijo como enrostrando a la sociedad que la angioplastia a la que fue sometido también fue debido a las críticas injustas a las que fue sometido por los medios y gran parte de la sociedad. Otra vez el mecanismo de cargar de heroísmo una dolencia física. 

Lo mismo se intentó hacer hasta con Iván Heyn. Como si los oficialistas murieran en pleno combate antiimperialista y el resto de los mortales muriera porque le llegó la hora. Incluso Nilda Garré, responsable máxima de que el cuerpo de Lucas se haya encontrado tan tarde, sugirió en un comunicado (no en una declaración en vivo ni sorpresiva) que el chico colaboró con su muerte por haber viajado en un lugar prohibido. Como si no hubiera igualdad en la vida pero tampoco en la muerte. Como si el fallecimiento de Lucas no fuera heroico como heroico es viajar todos los días a ganarse el pan con el sudor de la frente en esos trenes, que parecen llevar ganado al matadero.

Todos los opositores, algunos kirchneristas y los familiares de las víctimas reclamaron la renuncia de Schiavi porque lo consideran uno de los responsables políticos del siniestro ferroviario que mató a 51 personas. En la dolorosa marcha del viernes a la Catedral, incluso fue acusado injustamente de “asesino”. Algo que no se puede justificar pero sí comprender si quienes lo dicen perdieron parte de sus familias en una tragedia anunciada y evitable. Sin embargo, la maquinaria estatal de propaganda identificó a algunos “cuervos que utilizan la muerte para hacer oposición” cuando la única política que apareció abrazada con una protagonista fue Cristina, en la Casa de Gobierno. Invitó a subir al escenario a la valiente militante-enfermera Mónica Graña. 

Nadie discute los valores de Graña. Al contrario, es bueno colocarla como ejemplo solidario porque demostró coraje y desprendimiento. Pero la Presidenta no puede pretender que creamos que ella (como dijo) la invitó al acto porque la reconoció por la televisión. Ese día, un par de diarios le habían realizado una nota y la agrupación a la que pertenece envió mails a todas las producciones de las radios ofreciéndola para ser entrevistada.

Este puente de tropezones y torpezas que atraviesa el Gobierno se produce sin que aún el ajuste económico haya impactado de lleno en el bolsillo de la población. Ese sacudón social se espera para el próximo trimestre. Pero está claro que algo se rompió.

¿Se habrá terminado tempranamente la luna de miel? ¿Ya no alcanza el dinero para pagar el festival de subsidios oscuros que fue una de las vigas en las que se apoyó el modelo? ¿Llegó la hora de que la Presidenta deje de refugiarse entre unos pocos aplaudidores y amplíe su círculo de consultas? ¿Perdió potencia el mecanismo retórico de poner el guiño a la izquierda y doblar a la derecha?

Es muy difícil entender por qué Cristina recortó tanto su base de sustentación. La foto del jueves en el Congreso fue patética. Ni adentro ni afuera había dirigentes sindicales representativos, salvo el grupo de legisladores de esa extracción. Casi no había trabajadores. Un extraño peronismo sin morochos y una módica movilización con jóvenes de clase media re-entusiasmados que portaban banderas de La Cámpora. Algunos tenían remeras del Che y de Evita y aplaudieron a rabiar cuando Cristina bajó de un plumazo la ley de entidades financieras y anunció que va a emitir pesos sin respaldo para pagar deudas. En la City y en la Bolsa brindaron con champagne francés, como el agua mineral que tomó la Presidenta. Se podrá decir que son medidas prudentes y razonables. Puede ser, pero las venden como si se tratara de la reforma agraria.

Ni que hablar de los argumentos falaces, reaccionarios y prejuiciosos –que en su momento instaló Bernardo Neustadt– que utilizó Cristina para castigar a los maestros. En boca de Macri hubieran generado marchas de repudio y acusaciones de fascista o neoliberal. El propio gremialista cristinista, docente y decente, Hugo Yasky, se vio obligado a cuestionar a Cristina (“me hizo acordar a Duhalde revoleando el rebenque”) para colocarse al frente del tsunami de quejas de los educadores que se sintieron humillados. Ya lo dijo Perón: con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes.

Hay un país que está infinitamente mejor que en 2001, eso es cierto. Salimos del infierno. Pero Cristina, por momentos, cree que estamos en el paraíso. Los verdaderos militantes democráticos, nacionales y populares deberían ayudarla a comprender mejor la realidad. Obsecuentes y genuflexos, abstenerse.

© Escrito por Alfredo Leuco y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 3 de Marzo de 2012.