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domingo, 4 de septiembre de 2022

Unidad y Pluralidad... @dealgunamaneraok

 Unidad y pluralidad…


Cristina Dibujo: Pablo Temes.

El poder ignora muchas veces, que estos dos conceptos no son contradictorios, sino que conviven en una verdadera democracia.

© Escrito por Nelson Castro el sábado 03/09/2022 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República de las/os Argentinas/os.


Se estuvo a nada de la tragedia. De haberse concretado, eso hubiese significado el asesinato de Cristina Fernández de Kirchner. El magnicidio –muerte violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder– hubiera sumido a la Argentina en un escenario de violencia política de consecuencias impredecibles. Lo impredecible, en este caso, es sinónimo de lo malo. Lo malo abarca también la reacción del Gobierno.

El discurso del jueves a la noche tarde del Presidente fue eso: malo. Un discurso acordado con la vicepresidenta. Un discurso cargado de reproches hacia la oposición, hacia la Justicia y hacia los medios que no responden al oficialismo. En verdad, más que reproches, fue una verdadera adjudicación de responsabilidades acerca del hecho. Se diría que casi fue una acusación. Tan malo como eso fue el decretar el feriado del viernes y convocar a una movilización claramente partidaria. Todo esto no hizo más que ahondar las divisiones que atraviesan a nuestra sociedad, una grieta que, como tal, embrutece.

El uso político que está haciendo el oficialismo del repudiable atentado contra la vida de CFK se enmarca, además, dentro de la estrategia orientada a concretar dos objetivos: consolidar el liderazgo de la ex presidenta en funciones dentro del peronismo y desplazar del eje de la agenda política las consecuencias adversas del brutal ajuste económico que está afectando principalmente a los sectores de menores recursos. Esa dura realidad va a ser imposible de ocultar.
 

Se acabaron las fichas 

El “operativo clamor” por la candidatura presidencial de CFK se ha visto precipitado por el impactante y demoledor alegato del fiscal federal Diego Luciani, de quien, es importante no olvidar, Alberto Fernández dijo que esperaba que no se suicidara. Desde ese mismo momento impera en el kirchnerismo un lenguaje de singular violencia. Fue nada menos que el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro quien, en la tensa negociación del último sábado de agosto con las autoridades del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires por el batifondo que se armó por las vallas policiales frente a la casa de CFK, dijo que si ella iba presa quemaban todo. Fue el jefe del bloque de senadores del Frente de Todos contra Todos, quien, en la sesión del Senado del jueves, habló del escarmiento contra los jueces y fiscales a cargo de la causa Vialidad.

La foto oficial de la reunión de la “unidad” convocada por el Presidente el viernes por la tarde en la Casa Rosada es una radiografía de que, para el oficialismo, el concepto de “unidad” excluye a los partidos políticos. Es una claudicación más de AF. 

Lo que pasó en ese encuentro disgustó a varios de sus asistentes. La única que se atrevió a dar cuenta de ello públicamente fue la DAIA quien, sin rodeos ni eufemismos, habló de los objetivos partidarios del documento que en la Plaza de Mayo leyó la actriz Alejandra Darín. Otros, igualmente, molestos, prefirieron el silencio. Entre ellos estuvo el presidente de la Conferencia Episcopal de la Argentina, monseñor Oscar Vicente Ojea, obispo de San Isidro.   

Una agonía premeditada 

La andanada de reproches tuvo su resumen en una frase del documento que condensa el pensamiento del kirchnerismo sobre la cual hay que detenerse: “Llamamos a la unidad, pero no a cualquier precio”.

La esencia de la democracia, que tanta lucha costó conseguir, es pluralidad. Es esa pluralidad la que enriquece. La unidad y la pluralidad no son excluyentes. Por el contrario, es esa diversidad de pensamientos y de ideas la que asegura la unidad. Pensar diferente no es odiar; criticar, tampoco.

Lamentablemente, el poder afecta muchas veces este concepto clave de la vida en democracia. Quien lo ejerce se cree investido de un aura especial. Piensa que, por el solo hecho de poseerlo, está por arriba de todos y de todo. Por eso es fundamental la existencia del marco legal de balances y controles para evitar que un mal uso del poder altere las normas de la convivencia democrática. La famosa frase de John Emerich Edwar Dalberg-Acton, Primer Barón Acton de Aldenham, –“El poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe completamente”– refleja las tentaciones que genera el poder y lo imprescindible que es prevenirlas. De ahí emana la importancia de la Constitución. Un ejemplo de estos días lo muestra: de no ser por la Constitución, la autonomía de la Ciudad de Buenos Aires hubiese sido avasallada de inmediato por el actual gobierno, luego de lo que se vivió la semana pasada frente al domicilio de CFK. En la consecución de la estrategia destinada a desviar la atención de los temas que perturban la vida de la gente, la vicepresidenta habló de la necesidad de rediscutir la autonomía de la Capital Federal. Más allá de la bomba de humo, esa propuesta exhibe el verdadero pensamiento absolutista de la ex presidenta en funciones. 

Bailando al ritmo de CFK

Para el kirchnerismo el poder se concibe como un todo absoluto. Es decir, quien lo ejerce, no puede ni debe tener límites. Representa una concepción absolutista del poder. Es la que se practica en los regímenes totalitarios a la que lamentablemente adhieren personajes políticos de sistemas democráticos. Donald Trump es un ejemplo de esto. El episodio del intento de toma del Capitolio del 6 de enero de 2021 fue la culminación de esa concepción de alguien que no estaba dispuesto a aceptar que su mandato se terminaba. En la misma línea se ubica el actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

La república, que es el sistema bajo el cual se ordena constitucionalmente la vida democrática en nuestro país, requiere la existencia de tres actores clave: los partidos políticos, a través de los cuales se encauza el debate político que expresa la pluralidad de ideas y propuestas para enfrentar los problemas que afectan a la sociedad; la división de poderes que conlleva a la existencia de un Poder Judicial independiente para el ejercicio de su función de control de los actos de gobierno; y una prensa libre.

Si el llamamiento a la unidad “pero no a cualquier precio” implica el rechazo de la discusión política, de la independencia de la Justicia y de la prensa libre, la democracia argentina entrará en zona de riesgo.



   

domingo, 20 de enero de 2013

Cristina & Héctor... Víctimas... De Alguna Manera...


Víctimas…

LLORONES. Magnetto y Cristina Kirchner, cada uno en su papel, logran adhesión emocional cuando "lloran la carta".

La contratapa de ayer trató sobre si el peronismo se mantendrá unido en 2015 o la irrupción kirchnerista significará un cisma definitorio. El caso de Darín también hubiera servido de ejemplo para esa columna. Actores es un sindicato que en las últimas cuatro décadas nunca había sido conducido por un peronista. Incluso les escapa a los moldes y a las denominaciones peronistas porque, a pesar de que negocia las paritarias, se llama Asociación, y a su conductor, en lugar de secretario general, se lo denomina presidente. Tuvo líderes radicales y de partidos de izquierda, pero peronistas, no. Hoy, la titular de Actores –la hermana de Darín– es kirchnerista, y la mayoría de sus afiliados es abiertamente oficialista. Este pequeño ejemplo es una muestra de las diferencias que existen entre el peronismo tradicional, el de la marcha, de los sindicatos obreros, del conservadurismo popular, y el kirchnerismo.

Pero el caso Darín es también un buen ejemplo para el tema de la contratapa de hoy sobre cómo, de la misma forma que durante muchos años, se fuera de izquierda o de derecha, la mayoría prefería sentirse peronista, en la Argentina actual, se sea kirchnerista o antikirchnerista, la mayoría prefiere ubicarse en el lugar de víctima. Lo que incluso vale tanto para Magnetto como para Cristina Kirchner; el primero, víctima de quienes atentan contra la libertad de prensa, y la segunda, víctima del ataque de los monopolios.

Ser víctima es ser argentino, y no por casualidad el mejor actor argentino –Darín– es un experto en interpretar papeles que no están marcados por el éxito. Es lógico que, al ocupar Hollywood el espacio del cine de triunfadores, al nuestro le resultara más interesante especializarse en lo que quedaba vacante, que el perdedor que “la da vuelta” sea el género paradigmático de nuestra producción cinematográfica, y hasta que se haya retroalimentado con la actualidad de nuestro país haciendo verdadero aquello de que la realidad copia y supera a la ficción.

Cuando Alejandra Darín salió a bajar los decibeles de la polémica sosteniendo que su hermano y la Presidenta estaban del mismo lado, no se refería a que Ricardo Darín fuera kirchnerista; de hecho, votó por Binner y muchas veces antes ya había criticado al kirchnerismo, sino a que la Presidenta y el actor ocupaban espacios similares en el imaginario colectivo. Ambos enfrentaban fuerzas superiores a las propias, pero se las ingeniaban para superarlas y juntos podrían ser socios fundadores de la Asociación Anti Garcas, los despoderados que les ganan a los que tienen poder.

Cuesta imaginar a Magnetto en el papel de víctima, pero Lanata (otro argentino de pura cepa) lo sintetizó al decir que él siempre defendía al más débil y que en la pelea entre el Gobierno y Clarín, el más débil era Clarín. En la contratapa del 1º de diciembre, titulada “El problema de Cristina”, se desarrolló la importancia que tiene la vulnerabilidad en la empatía y el apoyo de los demás, y cómo la vulnerabilidad en que dejó a Cristina Kirchner la inesperada muerte de su marido fue central en el crecimiento y en la recuperación de su popularidad. De la misma forma que, de tanto atacar el Gobierno a Clarín, despertó la solidaridad hacia Clarín aun de quienes habían sufrido su poder.

La recreación fotográfica de Magnetto y Cristina Kirchner llorando que acompaña esta columna habría que interpretarla en clave de lunfardo porteño clásico, donde llorar es vender. Cambalache dice “el que no llora no mama”, concepto que se repite en “llorar la carta”. Cuando Clarín pudo, en sentido metafórico, llorar, despertó algunos sentimientos positivos. Lo mismo Cristina Kirchner: cuando instala que la atacan poderes superiores y metafóricamente llora, se hace más querible. La que todo lo puede produce rechazo. Lo mismo los personajes de Darín que se hacen queribles a pesar de sus múltiples defectos por sus debilidades y no por sus fortalezas.

El Darín de verdad, el de la polémica con Cristina Kirchner, como no podría ser de otra manera, es doblemente víctima y prima donna de las víctimas. Primero es víctima del ataque de la Presidenta y luego de los medios que lo usaron. Pobres medios, culpables de todo, llegará el día en que volverán a ser queridos de tan machucados. ¿Habrá que hacer los reportajes sin título? Porque ningún título podrá nunca sintetizar todo un reportaje, entonces siempre seremos acusados de usar al entrevistado recortándolo.

Refiriéndose a la réplica de Cristina Kirchner, Darín también dijo: “El que me quiera transformar en enemigo del pueblo, yo no lo soy, que mire para otro lado”. Es casi imposible para un actor mantener el cariño de la mayoría del público (el pueblo) e ir en contra de lo políticamente correcto. El kirchnerismo, igualmente sensible a esa necesidad, trabaja el vínculo con los actores también en ese plano. La solidaridad de los actores con el kirchnerismo no es sólo por las reivindicaciones sindicales, los subsidios o los contratos que el Gobierno generó, sino también por poner al Gobierno en el lugar del pueblo.

Se cuenta que en la España de Franco en las corridas el toro representaba al pueblo y el torero, al Estado, porque el primero era la víctima del segundo y por eso, cuando sucedía lo inesperado, y el toro corría al torero, el estadio aplaudía más que nunca. El kirchnerismo logró, mucho más a menudo que otros gobiernos, colocar al Estado en el lugar del pueblo, ser la víctima que “la da vuelta” y supera a poderosos que lo exceden. Si Clarín lograse lo mismo y llegara a 2015, aun maltrecho, lo más íntegro posible, podría tener la oportunidad de colocarse en ese papel de la víctima que genere más simpatía.

Pero la Argentina como país quizá recién pueda “darla vuelta” cuando, como en otros países, el triunfo no requiera tantas coartadas para no generar rechazo.

©Escrito por Jorge Fontevecchia el domingo 20/01/2013 y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.