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domingo, 5 de agosto de 2012

¿Quién cuida a Cristina?... De Alguna Manera...

Defensores peligrosos...

 Superhéroes I El caballero desciende. Guillermo Moreno. Dibujo: Pablo Temes.

El caso Boudou-Ciccone o la interna Moreno-Kicillof afectan la imagen presidencial, que cayó 30% en las encuestas.

–Pase, ingeniero, no mordemos.
–¿Seguro?
–Por lo menos en esta ocasión, no.
El cruce filoso entre Cristina y Macri en el despacho de Adelmo Gabbi terminó bien porque la Presidenta se puso de pie y le dio un beso. Pero después, en el escenario de la Bolsa de Comercio, una broma, casi una galantería, del jefe de Gobierno fue tomada como una crítica y puso a la defensiva a la Presidenta. Macri le comentó sobre lo difícil que debe ser para una mujer con polleras sentarse en primera fila y de frente a la concurrencia. Se refería a los malabarismos que deben hacer con las piernas para ocultar su ropa interior de las miradas indiscretas. Pero Cristina le contestó que para ella no era un problema “no tener lindas piernas”. La Presidenta es y se siente muy atractiva, pero alguna vez confesó su complejo por no tener tobillos finos.

Pero a Mauricio Macri, políticamente, le impactó esa eterna guardia levantada. Esta se puede imputar a su desconfianza genética, a su mirada conspirativa del ejercicio del poder o al mal momento que está pasando en las encuestas, donde se registra un desplome del 30% de su imagen positiva en sólo seis meses.
Se podría decir que con amigos así no necesita enemigos. O que con sus últimas decisiones no hay buenas mediciones que resistan. Esa es la mala noticia. La buena es que todavía tiene un 40% de apoyo y que ningún presidenciable recibe lo que ella pierde.

El principal problema del Gobierno es obvio; la economía que, cuando marcha a toda velocidad, suele actuar como una frazada que tapa los errores. La plata en el bolsillo de los ciudadanos aumenta siempre los niveles de tolerancia frente a las torpezas y las arbitrariedades. Por eso la Presidenta dilapidó la simpatía de un sector independiente que no la había votado pero que la miraba con esperanza. Y también perdió alrededor de un 15% de sus propios votantes de la clase media más volátil, que ahora no la defienden aunque estén dispuestos a apostar nuevamente por ella si el panorama de competidores sigue tan flaco y Cristina encuentra el rumbo que perdió.

Lo grave es la tendencia. La ecuación negativa es indirectamente proporcional. Cae la economía, sube el pesimismo y el deterioro del Gobierno en la opinión pública. En un trimestre podría volver a su peor momento como presidenta, poco antes de la muerte de Néstor Kirchner. Aquel acontecimiento sepultó también las sospechas de corrupción. Y Amado Boudou tuvo el dudoso privilegio de haberlas resucitado para ubicarlas entre los aspectos que la gente más critica. En lo simbólico, el vicepresidente le hizo mucho daño a Cristina. La chicana de Cristina en la Bolsa contra Macri, eso de “No trajimos ningún convicto, pero hay algún procesado”, se podría transformar en un tiro en los pies. Es que las versiones sobre el procesamiento de Boudou son insistentes. ¿Lo obligarán a pedir licencia? Porque Boudou quedó descolocado por la gravedad de lo que hizo con Adelmo Gabbi. Si es cierto que el hombre de la Bolsa lo quiso coimear, ensució a Cristina que lo recibió en la Casa Rosada con afecto y que esta semana lo trató amigablemente por su nombre de pila. Y si Boudou mintió, además de afectar el buen nombre y honor de Gabbi, se va a tener que bancar una querella por falsa denuncia. No es de Rolando, es de Amado, la mancha que está salpicando a parte del Gobierno con la investigación de enriquecimiento ilícito, lavado de dinero y tráfico de influencias.

Guillermo Moreno tampoco le ayudó a mantener el prestigio a Cristina. Se la pasó repartiendo remedios que fueron peores que las enfermedades y dejó a la economía al borde de chocar contra el iceberg de la recesión para lograr el objetivo de pagar una deuda de apenas el 0,4% del PBI. Mató un mosquito con un misil. Esa desmesura irracional es reiterativa en la administración del Cristinato. Sacrificar el crecimiento, perder mercados y proveedores y hasta líneas de producción y fuentes de trabajo es algo que va a costar mucho recuperar.

Por eso hoy tambalea la cabeza de Moreno, que ya pasó a tantos a degüello. La lógica K dice que Cristina jamás lo tiraría por la ventana mientras los medios lo estén reclamando. Sería como acceder a sus pedidos y una muestra de debilidad frente a “la corpo”.

Pero pocas veces estuvo tan cuestionado por alguien con tanto poder. Hablamos de la nueva estrella en ascenso, Axel Kicillof, otro rubio fachero economista que deslumbra a Cristina como en su momento Martín Lousteau y Boudou. Entre Moreno y Axel hay un choque cultural que no es original dentro del movimiento. Uno viene del barrio y de la derecha ortodoxa pejotista y el otro, de la universidad y de la utopía marxista.

Inseguridad, corrupción e inflación están en el podio de las preocupaciones de todas las consultas. Todo el vodevil que generaron con el tema carcelario fue directamente a potenciar los miedos de una parte de la población. Tanto que obligó a Sergio Massa, el dirigente de mejor imagen, a recuperar la voz para diferenciarse: “No hay que dar señales de impunidad. Las leyes y las sanciones están para cumplirlas”. Pero hasta personalidades del progresismo como Adolfo Pérez Esquivel o León Arslanian tuvieron palabras cuestionadoras.

La Presidenta cayó en la trampa de defender a un femicida feroz como Eduardo Vásquez o al barrabrava asesino de Gonzalo Acro. Cero sentido común y falta absoluta de sintonía fina con las demandas populares. Fue patética la mirada celebratoria que Cristina hizo de las mafias del fútbol, donde además confirmó que no debe hablar de lo que ignora.

El Gobierno debería cuidar más a la Presidenta. En pocos días apareció al lado de quienes son una suerte de Frankenstein en la opinión de las mayorías. Gerardo Martínez, Mario Ishii o Julio Grondona no son muy progres ni éticos que digamos, son más actores de El Padrino que de Manual de conducción política, para utilizar sus propios conceptos.

La Presidenta es un extraordinario cuadro político, pero no está blindada. Y menos cuando la construcción y la industria automotriz, que fueron estrellas del crecimiento, frenan los motores. Hace apenas noventa días que Miguel Galuccio asumió casi como si fuera un Premio Nobel y ya tuvo que desmentir un par de veces su renuncia producto de que lo puentean todo el tiempo y firman acuerdos en nombre de YPF sin su presencia.
Eso es cristinismo explícito.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 4 de Agosto de 2012.