miércoles, 17 de octubre de 2012

Ocho años de mentiras... De Alguna Manera...


Verás que todo es mentira...


A pesar del riesgo a ser considerado “clarinete”, “defensor del monopolio” e integrante de la “cadena del desánimo”, por lectores simpatizantes K, quiero dejar en claro lo único que me preocupa: ¿Quién se va a hacer cargo de los costos que va a generar la demanda que la dueña del diario Clarín y sus hijos, le van a iniciar al gobierno? ¿Todos nosotros? ¿Por qué?. 

Creo que es hora de que el pueblo tome en cuenta que no podemos pagar la fiesta de la mentira y las guerras personales de nuestros gobernantes. A partir del fallo de la justicia y las pruebas incontrastables de que los hijos de Herrera de Noble, no pertenecen a desaparecidos, se viene un gran juicio cuyas costas, como ciudadano argentino, no quiero enfrentar. Que paguen los ofensores con sus propios bienes, sus acusaciones infundadas, sus delitos de injurias y falsedades. No debemos permitir que nos carguen las costas de sus impericias y sus desatinos.

Hace 8 años que el kirchnerismo viene agitando el pañuelo blanco y cargando contra la familia Herrera de Noble, solo porque está enfrentado con el Grupo Clarín, a partir de negocios que no pudieron compartir (no es que no lo hayan intentado). Bien, durante este tiempo hemos asistido a todo tipo de barbaridades, disparadas contra la dueña del multimedios y su familia, hecho que no debe entenderse como una defensa, sino como una razón objetiva, en vista a los resultados obtenidos.

A los hijos, supuestamente, era a quienes decían “proteger” y sobre ese argumento, tanto la presidenta y sus acólitos, como Bonafini y Carlotto, usaron todos los medios oficiales, para-estatales, opositores y no opositores, para enlodar una causa que era falsa, armada y falaz. Las dos pruebas de ADN indicaron irrebatiblemente que los hijos de Herrera de Noble no pertenecen a las familias que los reclamaban, ni son compatibles con ninguna de las muestras que existen en el banco de muestras de desaparecidos en la época de la dictadura.

Es incalculable la cantidad de estupideces que hablaron desde la presidenta (y el difunto ex presidente) para abajo. Es incalculable las aberraciones que se hicieron y dijeron desde el poder, arrastrando por el piso a los dos jóvenes que pretendían vivir en paz y cometieron el pecado de haber sido acogidos en una familia enemiga de los Kirchner.

Los tapes que se han reproducido en estas últimas horas con declaraciones de la propia presidenta, de Néstor Kirchner, de Aníbal Fernández, Víctor Hugo Morales, Bonafini, Timermann, D`Elìa, los “panelistas” de 6,7,8 con el impresentable de Barone a la cabeza. Programas como TVR o Duro de Domar, que le han dedicado horas de edición y armado de guiones inculpando a la dueña de Clarín de cuanto delito estuviera a mano; en fin, un ejército K al servicio de una mentira sostenida en el tiempo (doblemente mentira), comienza ahora a callarse la boca o a decir pavadas, tratando de exculparse, perdiendo la poca dignidad que les queda.

Y una de las más perjudicadas en esta insensible ofensiva política contra Clarín, ha sido la hasta hace mucho respetada Estela de Carlotto, una mujer que sumó a la dignidad de su reclamo, la centralidad, el pensamiento reflexivo, una mujer que concitaba la atención de todos por su mesura y su humildad para vivir, allí por el año 2004. La Sra de Carlotto, supo subirse al carro de triunfo, tirados por los caballos volátiles del kirchnerismo y asociarse a la mentira de una pareja enferma de poder y cegada por la revancha y la venganza, que nos les permitió (como en otras tantas ocasiones) ver que se estaban equivocando. Y Carlotto, respetable y con honores genuinos, ganados en el campo del sufrimiento, entregó todo su prestigio para sostener un relato falaz y construido sobre la base de la especulación, la mentira, el odio por negocios inconclusos y la ignorancia.

En las últimas horas, me dio lástima ver a la Sra de Carlotto, desencajada, con la cara visiblemente consternada, tratar de decir que no dijo lo que dijo, pretender cambiar los tiempos verbales de sus múltiples discursos donde acusó directa y formalmente a la señora Noble de criminal, apropiadora de hijos de desaparecidos, diciendo, ahora, que ella en realidad expresó que “podría ser” pero que nunca dijo “que fue”, cuando basta ver los tapes para saber que está mintiendo y ahora por segunda vez.

El Kirchnerismo destruye todo lo que toca, es casi una verdad de Perogrullo. Corrompió a sectores inmaculados de los Derechos Humanos, los arrastró por el fango de la corrupción y los usó como ariete de los negocios sucios de funcionarios alienados por el dinero fácil. Y la espada más solvente que tenían las “Abuelas”, luego del descrédito en la que el poder K sumió a la otrora referente de la lucha de los pañuelos blancos, Hebe de Bonafini, era Estela de Carlotto, respetada y admirada. También la destruyó.

Ahora viene la contrapartida. Seguramente la familia Noble actuará en consecuencia y como corresponde, por los daños y perjuicios ocasionados por estos personajes en 8 años de embestida brutal y sin códigos y por la guerra que supo hilvanar el kirchnerismo contra el multimedios; entonces la pregunta que me hago es ¿Quién va a pagar la fiesta de la mentira? ¿El Estado nacional? O sea, ¿Todos nosotros?. Es hora de que los juicios a futuro que se desprendan de esta verdadera farsa kirchnerista, vayan contra los bolsillos de quienes dilapidaron la verdad en cientos de programas de televisión, usando dineros públicos para engendrar la ignominia.

Que pague la presidenta Cristina Fernández, de su propia fortuna, que embarguen salarios y bienes de quienes hablaron hasta por los codos, denigrando, insultando, acusando sin fundamentos, en el marco de la impunidad que les brindó el propio gobierno. Ojalá, las acciones judiciales se encaminen a sacarle a cada uno de ellos, las ganancias obtenidas por prestarse a la infamia de usar un elemento tan sensible a la sociedad argentina, para corromper la verdad en aras de vaya a saber qué intereses ocultos.

Esperemos que la justicia vaya contra estos verdaderos voceros de la mentira; estos operadores del oficialismo y los haga económicamente responsables y solidarios, de todas las barbaridades que dijeron y la destrucción de las familias que produjeron en estos años. No sería justo que el pueblo argentino termine pagando la fiesta de cuatro mentirosos que nos quieren hacer creer que luchan por el derecho de los demás cuando en realidad promueven solo sus derechos particulares y políticos, entre los cuales está el de enriquecerse, mentir, ensuciar a cualquiera, amenazar, amedrentar y destruir familias enteras. Es fácil hacer politiquería barata con la plata pública, lo difícil es hacerse cargo de los costos que demandan nuestras palabras y enfrentarlas con el patrimonio de cada uno. Si así lo decidiera algún día un justo juez, tantos charlatanes se callarían la boca, entes de emitir un juicio y atacar a los ciudadanos comunes, solo por intereses mezquinos o porque no piensan como ellos.

Sabido es que Herrera de Noble no es una ciudadana común; pues su posición dominante en el mercado de los medios la hace poderosa y con espaldas suficientes para soportar éstas y otras embestidas, sin embargo, las atrocidades que se dijeron de su familia y lo que le hicieron a sus hijos, no merece ser mensurado por la distinción social, ni tiene estatus: lo abarca, simplemente, una visión humana. Porque esta misma tarea brutal y descalificadora (con distintas facetas y otras metodologías), el gobierno la aplica con todos y cada uno de sus “enemigos” y la mayoría no tiene ni la décima parte del poder que posee la dueña de Clarín, para enfrentar tanta bajeza disparadas desde un poder impune y omnipresente.

Yo no quiero pagar los costos de la irracionalidad. Que el 54% del padrón electoral la haya votado a la presidenta para administrar el país, no es suficiente carta de presentación para que involucre a la ciudadanía en una aventura inconsulta y nos haga cargo de los gastos que generan sus caprichos, cuando las cosas le salen mal, mientras preparaba los discursos para saborear la victoria política y personal, si acaso las pruebas y contrapruebas le resultaban favorables.

Por lo tanto, es de esperar que ese costo recaiga en los responsables de los varios delitos que pueden ser tipificados en todo este tiempo y en los que han incurridos. El Estado nacional, como tal, no tiene nada que ver con la guerra sórdida del gobierno y sus socios.

© Escrito por Rubén Lasagno y publicado por Agencia OPI de la Ciudad de Río Gallegos, Santa Cruz, el martes 16 de Octubre de 2012.

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