domingo, 7 de octubre de 2012

Venezuela y sus Elecciones... De Alguna Manera...


El odio no se derrota en las urnas…


El oficialismo espera que un triunfo de Hugo Chávez le permita profundizar la revolución que cree estar protagonizando.

La oposición imagina que una victoria de Henrique Capriles reabrirá las puertas del republicanismo hoy clausurado. El riesgo es que, gane quien gane, Venezuela se hunda por un tiempo en crisis superiores a la presente . Si gana Chávez, es difícil que pueda terminar su mandato. El cáncer es una bomba de tiempo que está haciendo tic tac. La sucesión será litigiosa. Ya hay una lista de presuntos herederos: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, Elias Jaua. Ninguno sería reencarnación de Chávez. Para serlo debería acaudillar multitudes, tener al ejército en un puño e impedir que a su lado creciera la hierba.La crisis post–chavista dejaría a Venezuela sin conductor y sin instituciones.

Es difícil imaginar la resolución de la virtual anarquía, pero hay algo indudable: la solución no vendría rápido ni sería indolora. Si Capriles le gana a Chavez, el país no pasará de un régimen de masas a una república ortodoxa . Los años de chavismo han partido en dos a la sociedad venezolana, dejando a cada lado pasión y desenfreno. No hay allí competencia: hay odios. La supuesta derrota de Chávez le quitaría el poder (si él no quisiera conservarlo a como diese lugar) pero no le arrebataría, mientras viviera, el liderazgo de los supuestos cruzados contra el imperialismo, la oligarquía y una clase política tan perversa como corrupta.
Por eso Chávez es Chávez: porque se convirtió en el aparente redentor de innumerables venezolanos que creen vivir en Somalía, en medio de una sociedad que cree estar en Kuwait. Él no terminó con la pobreza, ni la redujo notoriamente. Pero le dio identidad a los pobres e hizo que identificaran a sus presuntos enemigos.

Esto no termina con una elección. El odio no se derrota en las urnas.

Venezuela ya no es aquella en la cual un día ganaba la socialdemocracia y otro día la democracia cristiana, sin que nada se alterase. No es, tampoco, la Venezuela a la que emigraban argentinos; unos para encontrar empleo, otros para salvar el pellejo.

Hoy la Argentina es un espejo de la confrontación que hay en la sociedad venezolana. Chávez no organizó “vuelos de la muerte” para arrojar rebeldes al mar. Sin embargo, es considerado un dictador por argentinos que apoyaron a Jorge Rafael Videla. Chávez no es como Fidel, que cambió el paisaje social de Cuba. Sin embargo, es considerado un revolucionario por argentinos que no van más allá de un folklórico populismo.

Esta noche, habrá en la Argentina quienes celebren el triunfo del “modelo” o el fin de la “tiranía”.

Ni modelo ni tiranía, Chávez ha sido (y acaso siga siendo) un reformista retórico y un autócrata contenido. La oposición es un frágil mosaico de ricos a la defensa y demócratas convencidos. No es que Venezuela esté condenada. Las sociedades siempre encuentran una salida. El derrumbe de la Unión Soviética probó que ni siquiera una superpotencia puede sellar todas las grietas de su fortaleza.

Venezuela tiene los recursos físicos y humanos para sintetizar sus actuales contradicciones. Nada le impide el desarrollo de una democracia social, donde un impecable estado de derecho no impida la lucha sin cuartel contra la desigualdad. Un sistema donde nadie viva con miedo, y no haya indigentes recluidos en los cerros, mientras otros se pasean en 4 x 4 por el valle. Gane quien gane, esa Venezuela no nacerá esta noche.

Es bueno recordar que Rodolfo Terragno estuvo exiliado en Venezuela durante la dictadura militar argentina.

© Escrito por Rodolfo Terragno y publicado por el Diario Clarín de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el domingo 7 de Octubre de 2012.


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