martes, 8 de mayo de 2012

Cemento peronista... De Alguna Manera...

Cemento peronista... 

Néstor Kirchner en bandera de fútbol, en el Congreso por YPF.

La estatización del 51% de YPF reavivó el disgusto del antikirchnerismo con la mayoría de los dirigentes de la oposición. Les reprochan que sus discursos sean duros contra el Gobierno pero luego voten a favor gran parte de sus principales leyes. Y que dejen toda la iniciativa política al oficialismo.

El foco de esta crítica recae sobre el panradicalismo: la UCR, el socialismo y sus aliados del Frente Amplio Progresista, y los legisladores residuales de la Coalición Cívica/ARI sin Carrió. No es casual que la crítica institucional proviniera del macrismo y la defensa la asumiera Alfonsín. Macri no pudo hacer una alianza electoral nacional en 2011 porque dentro del radicalismo perdió el ala más conservadora (en distintos grados Aguad, Sanz y Cobos), sector al que le gustaría sumar al PRO para las elecciones de 2013.

Además de las del macrismo, se suman críticas –muchas veces con igual o mayor dureza que contra el oficialismo– de quienes no soportan al kirchnerismo y se ponen impacientes en la búsqueda de cualquier alternativa que le haga frente sin importar que provenga de la derecha o la izquierda.

Como el peronismo pudo privatizar YPF en los 90 y reestatizarla ahora, suponen que poco importa que la oposición venga del progresismo o del conservadurismo, con tal de que venga.

Pero es equivocado percibir sólo contradicciones entre aquella privatización y esta estatización. Como entre el Perón de los cincuenta y el de los setenta, o entre los dos sectores armados del peronismo que se enfrentaron también en los setenta. Hay una unidad de acción en la trama de los gobiernos peronistas que es invisible para muchos y evidente para todos los que votan sistemáticamente al PJ.

Hay un cemento peronista que une los ladrillos que privatizaron y reestatizaron YPF. Ese cemento es más valorado por muchos argentinos que los propios ladrillos. Y ese cemento está hecho de acción y ejecutividad. De un vitalismo que es la causa de Menem o Kirchner y no su consecuencia.

En los discursos sobre YPF en el Congreso, el jefe de los diputados kirchneristas, Agustín Rossi, citando a Scalabrini Ortiz, explicó de qué está hecho ese cemento: “No somos agua de estanque, no queremos pudrirnos, por eso siempre avanzamos”.

Pero para avanzar continuamente no se puede hacerlo siempre en la misma dirección. Y el peronismo se encarna en cada época en lo que es posible para ese ciclo del país. En los 90 no había un contexto mundial afín al keynesianismo, había caído el comunismo, la Academia de Suecia no otorgaba el Premio Nobel a economistas como Joseph Stiglitz o Paul Krugman, y los países en vías de desarrollo sufrían malos términos de intercambio entre sus exportaciones e importaciones porque los precios de las materias primas eran bajos.

En ese contexto, la única forma de aumentar el gasto público era con deuda y venta de activos. No son pocos los extranjeros que sostienen que los argentinos siempre se las arreglan para salir ganando (aunque no sin consecuencias). Primero, al tomar dinero de los extranjeros en forma de préstamos y ventas de activos para luego hacer default y no devolver los préstamos y reestatizar los activos pagando mucho menos o nada. El argumento de que gran parte de ese dinero se lo llevó la corrupción o benefició sólo a un determinado círculo, tanto en los primeros años de los 90 como en estos últimos del kirchnerismo, no se compadece  con el 50 y 54% de votos que obtuvieron Menem y Cristina Kirchner en sus reelecciones.

Los políticos venden felicidad presente, no futura –cuidado Moreno con los faltantes de antidepresivos por sus trabas a la importación– y la oposición no encuentra un proyecto alternativo que pueda ofrecer mayor suma de felicidades presentes.

A la vez, la oposición está dividida en dos sectores difícilmente reconciliables: el conservador de Macri y el progresista de la mayoría del panradicalismo. El sector conservador tiene el problema de que está a contramano de la historia, cuyo espíritu de época se inclina hacia el progresismo. El sector progresista sintoniza con el momento pero queda opacado por un Gobierno que ocupa ese mismo espacio ideológico. Como en tantos ámbitos, las cosas son una sombra de las ideas para unos; y para otros, las ideas son afecciones del alma.

Si se quiere que algo nuevo emerja, a veces hace falta una emergencia. Para que la oposición tenga futuro, el kirchnerismo debería hacerse conservador y dejar vacío el espacio del progresismo al panradicalismo o fracasar con un progresismo profundizado, recreando en la sociedad deseos de lo contrario, la esperanza de Macri.

Ninguna sociedad cambia mientras le va bien y todas lo hacen cuando les va mal. Europa, Estados Unidos y Latinoamérica muestran en cada elección el mismo comportamiento.

Queda la apuesta de Scioli a que la sociedad no quiera ni tanto cambio ni tanta continuidad y ser en 2015 el plan B de un kirchnerismo resignado a la homeopatía.

Hay una diferencia entre hacer algo y dar lugar a algo. Quien abre una ventana  y con ello refrigera una habitación no hace el viento que entra por la ventana sino que da lugar a que baje la temperatura. En la política hay ejemplos comparables: Menem o Cavallo no hicieron los 90 ni los Kirchner, Moreno y Kicillof, lo actual. Afuera había un clima  que hacía posible –abriendo la ventana– cambiar la temperatura interior. Pero no hicieron ellos el clima. El kirchnerismo, en los 90, no podría haber practicado esta política y el menemismo no podría haber realizado la actual en su época. Más allá de las batallas de relatos, los climas se descubren, no se inventan.

Cuando hay conflicto entre nuestro sistema de creencias y la realidad, cambiamos nuestras creencias. Fue siempre así. Esto vale también para los otros: Repsol fue hiperagresiva la década anterior, cuando España era el país estrella de las finanzas y se convirtió en “reposol” cuando la crisis española le multiplicó el costo del crédito.

El imperio de lo real estructura nuestra manera de pensar. Cualquier cosa puede ser semejante a otra si nos esforzamos lo suficiente.

© Escrito por Jorge Fontevecchia y publicado por el Diario Perfil de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el sábado 5 de Mayo de 2012.


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