sábado, 13 de noviembre de 2010

Servir es un Placer... Comedor San Francisco de Asís... De Alguna Manera...

Comedor San Francisco de Asís... González Catán -
Buenos Aires
- República Argentina...

San Francisco de Asís

El sábado 24 de Octubre de 2010, se realizó el 2º Encuentro Nacional de Scooters 2010 organizado por el Club de Amigos de Honda Elite de la República Argentina
(http://amigoshondaelite.com) en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, más precisamente en Palermo, al norte de la ciudad. El mismo fue realizado a beneficio del Comedor San Francisco de Asís, ubicado en la localidad de González Catán, en el partido de la Matanza, en la provincia de Buenos Aires.

El 6 de Noviembre estuvimos de visita conjuntamente con varios de los socios del Club, haciendo entrega de todos lo recaudado por quienes asistieron al Encuentro. Fue un día mu emotivo para todos.

En esta loca vida, llena de vicisitudes, donde nuestras carencias nos afectan, donde los dolores nos aquejan, donde el consumo nos distrae permanentemente, es bueno haber vivido lo vivido.


No he descubierto nada, simplemente he recreado muchas cosas reales que nos afectan a los argentinos, tampoco he realizado ningún acto sobrehumano, ni he me despojado de cosas insustituibles...

María, Narciso, Oscar y Luis el día de la visita al comedor San
Francisco de Asís, en González Catán, Provincia de Buenos Aitres...


Simplemente me he rozado con la más cruda realidad, como el hambre por ejemplo...

También nos hemos cruzado con dos ángeles, María y Narciso...

Cuando conversábamos con María y le preguntábamos acerca de las necesidades, nos respondía TODO.

-Todo es necesario aquí relataba con firmeza, enfatizando sobre cada uno de los chicos que asisten diariamente al Comedor...

Juan Manuel Galán, presidente del Club Amigos Honda Elite,
recibiendo un dibujo de uno de los chicos del comedor...


-Conozco a cada una de las familias de los chicos y con la ayuda de médicos, asistentes sociales y docentes, trata fervientemente de cerrar el círculo, dándole a cada "personita" además de comida, salud, educación, contención y mucho Amor.

María y Narciso consagraron su matrimonio a San Francisco de Asís, realizando votos de pobreza, lo que implica desposeerse de todos los bienes materiales innecesarios y vivir para su prójimo, en este caso los niños de un sector del Partido de la Matanza, en González Catán, que por esas cosas del destino, es un partido que define las elecciones de la Provincia de Buenos Aires y que María y Narciso aclaran concretamente:

-Aquí los políticos no pisan, no los quiero ni ver, no los necesitamos...

Luis A. Capomasi, presidente del Club Amigos Kymco Grand Dink,
recibiendo un dibujo de uno de los chicos del comedor...


Lo que el grupo de personas que componemos el Club de Amigos Honda Elite y Gran Dink ha realizado, no es más cumplir con nuestro compromiso como personas, con la sociedad. No por esto nos hemos ganado el cielo, simplemente es un aporte necesario que emana de nuestros corazones, el resto es pura cháchara.


De Alguna Manera...




© http://1billonhungry.org

viernes, 12 de noviembre de 2010

Huracán 1 vs. Colón de Santa Fe 2... De Alguna Manera...

Su pasado lo condena...

Larrivey cumplió la ley del ex: puso el 1-0 y no lo gritó. Después de que Huracán se encontró con el 1-1 gracias a un gol en contra de Quiroga insólito, Monzón vio la roja por pegarle al Bati tras una falta del 9, replay de la final entre el Globo y Vélez: eso fue decisivo para que Colón se llevara la victoria...

Los malos recuerdos, enquistados, generan situaciones como esta. Contaminado de bronca acumulada por aquel foul que le hizo Joaquín Larrivey en la jugada previa al gol de Vélez ante Huracán, que dejó sin título al equipo de Cappa, quiso buscar venganza tiempo después. Moreno y Fabianesi le puso una pelota profunda al ahora delantero de Colón, que estiró su pierna para intentar alcanzarla y, en la carrera, se chocó con el arquero del Globo. Foul. Como tantos otros. Y listo. Pero no. Monzón, enceguecido, creyó estar viviendo un replay de aquella última fecha del Clausura 2009: pateó al Bati, que estaba en el piso, y se quedó insultándolo. Germán Delfino no cobró penal simplemente porque había sancionado tiro libre a favor de Huracán. E, impecable, le mostró una amarilla a Larrivey por su imprudencia y la roja a Monzón por la agresión.

Esa expulsión terminó de encaminar un partido que Colón no entendía bien cómo ni por qué no estaba ganando. Es que el gol en contra de Juan Quiroga fue uno de los más insólitos de los últimos tiempos, una muestra clarísima de descoordinación para poner el empate transitorio con un cabezazo en el arco de Pozo. Con Damián Díaz (uno de los cinco mejores jugadores del torneo, es hora de decirlo) manejando los hilos, más la movilidad de Higuaín y el aporte de Bellone, el equipo de Gamboa fue un equipo. Y Huracán, una sumatoria de intenciones.

No fue extraño que, entonces, los santafesinos se pusieran en ventaja. Tampoco que el gol lo metiera Larrivey, con un derechazo cruzado tras una linda asistencia de Higuaín. El Bati no lo gritó. Y Monzón, que había declarado que jamás podría olvidarse de aquella jugada que definió el Clausura 09, se quedó en el piso, embroncado. Hasta que creyó encontrar la jugada justa para materializar su venganza. Y perdió. Como perdió Huracán porque, entre otras cuestiones, no supo reconectarse con el rendimiento y la intensidad mostradas en ese dulce clásico contra San Lorenzo. Y Colón, calladito, se puso cuarto.

© Escrito por Franco Pedrazzi y publicado por el Diario Deportivo Olé de la CIudad Autónoma de Buenos Aiers el viernes 12 de Noviembre de 2010.

Larrigate...

El reencuentro de Larrivey con Huracán echó fuego: Bati hizo un gol, se bancó miles de insultos y provocó la roja de Monzón, quien lo pateó en el piso tras un choque que el punta no pudo evitar.

Escribió Víctor Jara: “Son cinto minutos. La vida es eterna en cinco minutos”. Se podría corregir la versión del genio chileno para adaptarla a la vida de Huracán: “Es un minuto. La vida es eterna en un minuto”. Sucedió en ese despiadado 5 de julio, en el título perdido con Vélez, a los 38’ del segundo tiempo: ese niño criado en la casa, un tal Joaquín Larrivey, le cometía una flagrante falta a Monzón para consumar uno de los goles más escandalosos de la historia del fútbol argentino. Salvando las distancias, en contextos totalmente distintos, un nuevo Larrigate se vivió anoche en otros 60 segundos de descontrol. El Bati, hostigado desde que comenzó el operativo policial, chocó con Monzón. Déjà vu. Morbosidad del destino. Y explotó el Ducó. Tanto como el arquero que, con una patada teledirigida, hizo temblar las nalgas del delantero. “Yo no voy a disputar la pelota con plancha. Cuando picó, pensé que llegaba, saqué la pierna, me resbalé y Monzón me pegó un codazo en las costillas y, cuando me caí me dio una patada en el piso. Me sorprendió”, contó el nueve.


No debe haber sido fácil para Larrivey volver a estar frente a su ex club tras la polémica del Clausura 09. La tribuna, emocionalmente desequilibrada por el amor a la camiseta (uno de los más genuinos, por cierto), lo insultó desde que se colgó la primera bandera. “Borombombón, el que no salta, es un traidor”, fue el canto de guerra. En la previa, tanto Monzón como el Bati tuvieron la valentía de revolver aquello que podrían haber dejado en un baúl. Y eso despertó los monstruos del dolor que aún hoy anidan en los corazones quemeros. “Seguramente Monzón está resentido porque siempre declara que no se pudo sacar aquella jugada de la cabeza, y obviamente que el hincha tampoco. Evidentemente quedó resentimiento y saltó por esa jugada”, explicó Larrivey luego del partido.

Un rato antes, el Bati había ignorado los silbidos atronadores que retumbaron cada vez que tocó la pelota. Y, en la segunda que tuvo, no perdonó: definición cruzada y a cobrar. No lo festejó. Unos dirán demagogia, otros racionalidad. Aunque nada lo va a redimir con esta gente. “El gol no lo grité porque acá viví muchas cosas, de las buenas y de las no tan buenas. Siempre quiero que le vaya muy bien al club y, porque nos dimos cosas mutuamente, no lo grité”, explicó el goleador. Pero el hincha tiene memoria activa. Y no olvida que tras la falta que le robó el título a Huracán ese hijo pródigo afirmaba que “no hubo falta. La decisión de Brazenas estuvo acertada”. Ahí puede encontrarse la clave del odio: negar lo que fue evidente. Así, el Larrigate tuvo otro capítulo.

© Escrito por JUan JOsé Marón y publicado por el Diario Deportivo Olé de la CIudad Autónoma de Buenos Aiers el viernes 13 de Noviembre de 2010.

Los Goles...


El Partido



La Tabla...


miércoles, 10 de noviembre de 2010

Massera... Desde las sombras de la mediocridad... De Alguna Manera...

Desde las sombras de la mediocridad...

Quizás sea, después del horror que propició, el signo más notorio de la vida pública del ex marino Emilio Eduardo Massera; su intento, personal, tozudo y, finalmente, fallido por mostrarse como el único de los tres hombres de la primera cúpula de la dictadura militar que ocupó la Argentina a partir de marzo de 1976, capaz de elevarse por sobre la mediocridad que caracterizó aquella experiencia.

Jorge Rafael Videla parece haber aspirado a lo mismo durante algún tiempo, pero no tardó mucho en rendirse a la evidencia de su propia medianía y, en cuanto a Orlando Ramón Agosti, sólo es posible recordar su inhabilidad para quebrar el silencio con algo más que un par de frases huecas. Incapaz de construir, el trío se las ingenió, sin embargo, para infligirle al tejido social de la Argentina un daño del que aún no se ha recuperado plenamente.

En uno de los muchos libros que intentaron descifrar aquellos años de la Argentina -“Un léxico de terror”, 1998- la académica de la Universidad de Harvard, Marguerite Feitlowitz, se aproximó al significado que tuvo la presencia de Massera en la Junta Militar del inicio del Proceso de Reorganización Nacional.

“Brutal, sádico y depredador -escribió la autora- todo el régimen fue intensamente verbal”. En ese contexto, encontró Feitlowitz, “el gran orador del Proceso fue el almirante Massera, maestro del ritmo mayestático, de tono culto y de mensaje que, aún siendo profundamente confuso, resultaba cautivador”. Massera, en síntesis, mintió tanto o más que los otros protagonistas de la dictadura colectiva, pero entre todos sólo él parece haber estado convencido de que sus mentiras lo llevarían hasta la playa de una victoria política personal.

No fue así; contra su intenso deseo -que nunca ocultó-, Massera ni llegó a una Presidencia a la que aspiró a través de un mecanismo de rotación que el Ejército se encargó de condenar, ni pudo luego convertirse en el heredero con votos de la experiencia de excepción. En el final, su modo de mentir condenó tanto a los otros como a sí mismo.

En aquellos días, ensayó un doble juego público y reservado. En el silencio de este último, comandó el segmento militar que, de modo más sistemático, ejerció el terror desde el Estado -la nómina de antecedentes es casi interminable, desde el infame “grupo de tareas 3,32” hasta el infierno en que transformó a la Escuela de Mecánica de la Armada-, mientras que en la superficie ensayó la justificación más acabada de esa pesadilla nacional.

Entre sus antecedentes de juventud, hay un flirteo intelectual de Massera con la filología que quizás ayude a explicar sus pretensiones. En una de las piezas oratorias más promocionadas del período -conocida como “el ciclón silencioso y sutil”-, intentó recuperar para el régimen militar el control del lenguaje de los argentinos. Las palabras de una sociedad que parecía empeñada en un cambio mayor se habían vuelto “infieles a su significado” y, por lo tanto “perturbaban nuestra capacidad para razonar”.

“Aun la palabra de Dios -dijo entonces- es usada por los asesinos para inventar una teología que justifica la violencia”. Sólo las nuevas palabras del poder militar eran “seguras”, agregó, porque ofrecían materia para la “meditación” sobre cuestiones de “la realidad objetiva”.

No conviene dejarse llevar por la soberbia intelectual de sus sobretonos; en ese mismo discurso Massera definió la relación entre las Fuerzas Armadas como una “hermandad indestructible” , quizá la definición de absurdo más evidente.

Massera forcejeó cada día de la experiencia con la supremacía histórica del Ejército en las experiencias militares y, en particular, con Videla y su adláter Roberto Viola y utilizó la muerte -no sólo ya como el medio para ganar la “guerra sucia” que habían inventado- sino como una herramienta para dar jaque a sus adversarios internos.

Los asesinatos de Héctor Hidalgo Solá y de las religiosas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, ejecutados por la Armada, fueron precisamente eso: no eran golpes contra las organizaciones guerrilleras, sino parte de la puja política intestina que se dio en el régimen.

No tuvo éxito y debió dejar, en 1979, la Junta Militar y la comandancia de la Armada pero no se resignó. Intentó trasladar su carisma de caudillo naval a la política sin uniforme e incluso fundó un partido -Cambio para la Democracia- que buscó sus raíces, sin poder reclamarlas por cierto, en una difusa socialdemocracia y terminó condenado a cadena perpetua el 9 de diciembre de 1985, en el juicio a los ex comandantes, por tres homicidios agravados por alevosía; 12 tormentos; 69 privaciones ilegales de la libertad calificadas por amenaza y violencia y siete robos.

Aunque se benefició con el indulto de 1990, volvió al arresto por la sustracción de menores y también por la apropiación de bienes de desaparecidos.

En la novela “Trampa 22”-apropiada como referencia porque es sobre militares- el autor, Joseph Heller, afirma que “algunos hombres nacen mediocres, algunos alcanzan la mediocridad y a otros la mediocridad les es impuesta”. No es difícil ubicar a Massera en una de estas categorías.

© Escrito por Oscar Raúl Cardozo (*) y publicado en el Diario Clarón de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el martes 9 de noviembre e 2010.

(*) Oscar Cardoso falleció en julio de 2009. Escribió este perfil, que nunca se publicó, en 2002, el día en que Massera sufrió un accidente cerebral.


Emilio Massera, verdugo de la dictadura Argentina...

Emilio Massera, verdugo de la dictadura Argentina... Internivo en el golpe militar junto a Videla y dirigió uno de los mayores centros de tortura del régimen.

El almirante Emilio Eduardo Massera, de 84 años, el hombre que convirtió a la Armada argentina en sinónimo de espanto y que animó a muchos de sus oficiales a transformarse en torturadores, secuestradores y asesinos, falleció el lunes en el Hospital Naval de Buenos Aires víctima de un derrame cerebral. Massera, integrante de las Juntas militares que gobernaron el país entre 1976 y 1983, sufrió en 2002 un aneurisma vascular que derivó en un deterioro "crónico e irreversible" y terminó sus días demente e incapaz.

Massera fue, entre todos los militares que protagonizaron el golpe de Estado de marzo de 1976 y el terrible "Proceso de Reorganización Nacional", el que más aspiraciones políticas alimentó. De hecho, pretendió incluso presentarse como candidato a la presidencia de la nación, recién acabada la dictadura militar. Su "carrera" y su increíble egolatría fueron cortadas de cuajo, primero por la acusación de haber tirado al mar, desde su yate oficial, al marido de una de sus amantes y luego, por la famosa causa judicial "Nunca Más" abierta por el Gobierno democrático de Raúl Alfonsín, que terminó, en 1985, con la condena a cadena perpetua de los principales responsables de la dictadura militar. El llamado "Proceso" supuso la muerte y desaparición de unos 30.000 argentinos, según los cálculos de los organismos de defensa de los derechos humanos.

Massera no pasó todos estos años en la cárcel, como ordenó aquel tribunal, sino que salió en libertad poco después, en 1990, gracias al indulto concedido por el presidente peronista Carlos Menem. En 1998 los jueces volvieron a imputarle por el delito de robo y secuestro de niños (hijos de mujeres desaparecidas tras pasar por instalaciones militares de la Armada) y en 2007, con el gobierno de Néstor Kirchner, la Corte Suprema declaró "inconstitucionales" los indultos de Menem y las leyes de Obediencia Debida y ordenó reabrir todos los casos de asesinatos ocurridos durante la dictadura. Para entonces, sin embargo, Massera ya estaba lo suficientemente enfermo y loco como para ser declarado "incapaz".

El marino que legó a la Historia de la infamia las siglas de la ESMA (Escuela Superior de Mecánica de la Armada) como sinónimo de horror, obtuvo el grado de almirante de manos de Juan Domingo Perón en 1974, con 49 años de edad, quizás el más joven de la Historia argentina. De buena presencia, muy mujeriego (lo que no impedía su imagen de católico fervoroso ni sus excelentes relaciones con la jerarquía de la Iglesia) Massera acababa de cumplir 51 años cuando, junto con el general Jorge Rafael Videla, y el jefe de la Fuerza Aérea, Orlando Ramón Agosti, formó el primer triunvirato militar que dio el golpe de Estado y derribó el ya tambaleante Gobierno de Isabel Perón. Los tres oficiales decidieron repartirse el poder por tercios, una para cada arma, y se lanzaron a una represión feroz, primero contra los "subversivos", integrantes de los Montoneros y otros grupos armados de izquierda; "después contra los cómplices; luego, contra sus simpatizantes; y, por último, contra los indiferentes y a los tibios", según explicó otro almirante de su misma ralea, Alfredo Oscar Saint-Jean.

Según palabras del periodista Horacio Verbitsky, que dirige hoy el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el almirante Massera se caracterizó por "su impostación operística, su debilidad por las actrices más jóvenes y por las metáforas más arcaicas, bíblicas, dentro de lo posible". Fue el menos gris de los integrantes de las Juntas militares, pero no porque fuera más brillante o inteligente o menos cruel, sino porque disfrutaba con su papel público y exhibía encantado su poder. Conspiró contra sus compañeros militares, pero no para limitar la sangrienta locura en la que se habían implicado, sino para reclamar mayor parte del botín y de la "gloria".

Es difícil describir las torturas, vejaciones y horrores que se cometieron en los centros clandestinos de detención que controló el almirante Emilio Massera. El informe elaborado por la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), que creó el presidente Alfonsín y que presidió el escritor Ernesto Sábato, recogió detalladamente la manera sistemática, organizada y disciplinada en la que se torturó y asesinó. La causa por los secuestros, quebrantos y asesinatos cometidos en el amplio grupo de edificios de la ESMA, a la salida de Buenos Aires, se está llevando a cabo actualmente en el Tribunal Federal número cinco, con 19 imputados. El tribunal tomó declaración precisamente ayer al cardenal Jorge Bergoglio, en relación con la desaparición de dos sacerdotes, "chupados" por un grupo de operaciones de la Armada.

© Escrito por Soledad Gallego-Díaz y publicado por el Diario El País de Madrid el lunes 8 de Noviembre de 2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

Jorge Pandelucos, más conocido como “Alorsa”... La Guardia Hereje... De Alguna Manera...

Jorge Pandelucos, más conocido como “Alorsa”...
La Guardia Hereje...



La noticia se metió como un puñal artero por las casillas de mail y por los teléfonos celulares de tantos que habían tenido la suerte de conocerlo personalmente: “Se murió Alorsa”. A continuación, se cruzaron las preguntas teñidas de dolor tratando de entender cómo alguien sano, de 38 años, se va sin previo aviso, por un infarto como toda explicación. La tristeza se multiplica todavía en el ambiente del tango más genuino, ese que no resigna sus principios por un par de morlacos, porque Jorge Pandelucos, más conocido como “Alorsa”, fue además de un buen tipo, un artista talentoso, creativo y tesonero.

La mayor exposición pública de Alorsa se dio a través de La Guardia Hereje, un cuarteto platense de guitarras, percusión y cantor que desde 2002 refrescó la letrística del tango con verdades actuales, sin perder por eso una visión poética del mundo ni enfrascarse en metáforas crípticas. Como alma mater del grupo, él escribía las letras, colaboraba en su musicalización en formas de tangos, milongas y candombes, se ocupaba personalmente de producir los discos, de armar el cronograma de conciertos y de hacer la prensa. “Hay un placer en hacerlo así, a pulmón”, decía. A pesar de llevar la pelota, Alorsa supo repartir juego al crear el Tango Criollo Club, un espacio pensado para compartir escenario con El Yotivenco, La Chicana y La Orquesta Típica Fernández Fierro, entre otros grupos del palo menos prejuicioso del tango. Luego de un año en un local de 7 y 42, el ciclo logró recalar en Buenos Aires.


La Guardia Hereje había editado en 2004 Tangos y otras yerbas, su único CD íntegramente compuesto por piezas propias que pronto parió un hermano en vivo con varios recitados como atractivos bonus tracks. Luego de siete años de trajinar por el circuito “under”, el jueves pasado se había presentado por primera vez en el marco del Festival y Mundial de Tango. Por estos días, preparaba la presentación en La Plata del material para un segundo CD que pensaba titular “Canciones para mandinga”. En el camino los herejes también llenaron dos veces el histórico Teatro Coliseo Podestá, algo así como el Colón de La Plata.

Como pocos, Alorsa supo aprovechar las bondades de Internet para hacerse un lugar en los oídos de la gente. Además de grabar en forma independiente, vendía sus discos a precios accesibles por canales no tradicionales y durante el último verano decidió liberarlo por Internet a través de una descarga gratuita a pedido. “Por cada disco que alguien se descarga hay diez personas que cantan nuestras canciones en diferentes lugares del mundo”, había dicho en una nota para este diario.

Alorsa llegó al arte de una manera oblicua. Luego de estar a punto de graduarse como ingeniero electrónico, trabajar como profesor de matemática y viajar como mochilero-guitarrero por América latina, estaba manejando un taxi por la Ciudad de las Diagonales cuando sintió que tenía que hacer algo con esos papelitos que llenaba con apuntes de lo más disímiles. Nacieron entonces las primeras canciones , que después trascenderían como “La pesadilla”, “Para verte gambetear” o “Ezeiza”.

Así como tras perder las facturas del domingo en una de sus letras él advierte que acechan los traidores, su partida recuerda que en cualquier momento hay que dejar el puesto. Pero también que mientras se pueda continuar jugando hay un ejemplo a seguir.


© Escrito por Carlos Bevilacqua y publicado por el Diario Página/12 el miércoles, 2 de Septiembre de 2009