viernes, 5 de octubre de 2007

Uno aprende...


Uno aprende

"Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia

entre sostener una mano y encadenar un alma; y uno aprende
que el amor no significa acostarse y que una compañía no
significa seguridad, y uno empieza a aprender...

Que los besos no son contratos y los regalos no son
promesas, y uno empieza a aceptar sus derrotas con la
cabeza alta y los ojos abiertos, y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes... y los futuros tienen
una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado,
hasta el calor del sol quema. Así que uno planta su propio
jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que
alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno
realmente es fuerte, que uno realmente vale, y uno aprende
y aprende... y con cada día uno aprende.

Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque
te ofrece un buen futuro significa que tarde o temprano
querrás volver a tu pasado.

Con el tiempo comprendes que sólo quien es capaz de
amarte con tus defectos, sin pretender cambiarte, puede
brindarte toda la felicidad que deseas.

Con el tiempo te das cuenta de que si estás al lado de
esa persona sólo por acompañar tu soledad, irremediablemente
acabarás deseando no volver a verla.

Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son
contados, y que el que no lucha por ellos tarde o temprano
se verá rodeado sólo de amistades falsas.

Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en un
momento de ira pueden seguir lastimando a quien heriste,
durante toda la vida.

Con el tiempo aprendes que disculpar cualquiera lo hace,
pero perdonar es sólo de almas grandes.

Con el tiempo comprendes que si has herido a un amigo
duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá
a ser igual.

Con el tiempo te das cuenta de que aunque seas feliz
con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que
dejaste ir.

Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia
vivida con cada persona es irrepetible."

"Uno aprende",... y uno aprende
y aprende...con cada día uno aprende".

Autor: Jorge Luis Borges

jueves, 4 de octubre de 2007

Aprender a volar…

Aprender a volar

Un hombre recibió como obsequio dos halcones. Los entregó a un experto en cetrería para entrenarlos.

Luego de unos días, lo visitó para evaluar los progresos. Uno de los halcones no aprendía y permanecía inmóvil en una rama, indiferente a las consignas y estímulos del entrenador.

Vinieron otros especialistas pero nadie pudo hacer volar al ave.

Publicó un aviso para encontrar una persona que lograra enseñarle al pájaro.

Se acercó un campesino de aspecto muy pobre y pocas palabras. Decidió darle una oportunidad y una semana.

Al cumplirse el plazo pudo ver el vuelo majestuoso del halcón.

El campesino le contó que su método consistió en observar la apatía del halcón durante los primeros días. Concluyó que era el miedo lo que lo mantenía paralizado y no la indiferencia.

Entonces, el secreto consistió en cortar la rama para que el ave se diera cuenta que tenía alas...


Muchas personas parecen apáticas pero sólo están aferradas a hábitos, conductas o situaciones que los mantienen cautivos y paralizados. Cuando toman conciencia que tienen sus propias alas, alcanzan su verdadero potencial. Algunas veces es necesario aprender a cortar estas ramas para precipitar el momento del salto.

Ajedrez...

Ajedrez

I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el mito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la tierra.
Como el otro, este juego es infinito.


II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada

También el jugador es prisionero
(La sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y blancos días.

Dios mueve al jugador y éste, la pieza.
¿ Qué dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Autor: Jorge Luis Borges

Amor de amantes...

Amor de amantes


Amor de amantes que prejuzgan por prohibido,

aquel que late de un instante, que vive de un suspiro.


Amor que desafía a la vida por no tener su destino,

amor que en el silencio te extraña, al no tenerte al lado mío.


Amor que fluye en la sangre, que vibra con sólo verte,

sabe que tus ojos no me engañan, son tus labios los que mienten.


Amor que dilata al presente y consume el futuro inerte,

sólo vive porque te ama y muere porque te siente.


Si la vida me regala sólo segundos de tus besos,

sólo un corto tiempo del destino,

bastará una mirada cómplice del alma,

para unir nuestros cuerpos, en este huracán prohibido.


Cuerpos que sin culpa se sienten libres,

sin culpa te siento mío...

sentimiento que nace cuando estás a mi lado,

que vive al fundirte conmigo.


Perdóname por hoy, mi dulce amante,

debo vagar en este mundo a mar abierto,

lejos de tu vida, lejos de tus besos,

sólo por amarte y no morir en el deseo.


Prométeme mi fiel amante,

que me llevarás en secreto,

me sentirás en tu piel, en tu sangre,

me mantendrás viva en tu cuerpo.


Sólo en la distancia intentaré olvidarte,

por no tenerte por completo,

por no aceptar compartirte,

por desearte a cada momento.


Pero no creas esta mentira,

que sólo finge un simple y corto tiempo,

porque tu sabes que te llevo en corazón y alma,

sellado a mi vida, fundido a mi cuerpo.


Autora: Ana Cruz Hernández


Amar a alguien...


Amar a alguien

Amar a alguien es experimentar todas las
emociones ajenas al amor y aún así volver al amor.

Amar a alguien es sentir el dolor y aún así poder dejarlo atrás, en el olvido.

Amar a alguien es comprender que esa persona no es perfecta; es tener a la vista sus defectos, pero poner el acento en lo que amas de él o de ella y aceptarlo(a) con alegría como persona individual que es.

Amar a alguien es dar una base firme a tus sentimientos, pero dejando espacio para las fluctuaciones: si sintieras siempre lo mismo no habría lugar para crecer, para el aprendizaje y la experiencia.

Amar a alguien es ser fuerte para aceptar hechos e ideas nuevas; es saber que nadie será siempre igual, por que los cambios suceden gradualmente.

Amar a alguien es dar hasta que duela el corazón. Los mejores regalos compartidos son la confianza y la comprensión que surgen del amor. Amar es dar el ciento diez por ciento de ti mismo a cambio de algo tan sencillo como una sonrisa.

Amar a alguien es ver no sólo con los ojos, sino con el corazón; es ver con claridad tus sentimientos, y los de quien amas y saber apreciar la relación.

Amar a alguien es entregarte por completo, como si dijeras:

"Heme aquí...", "Cuanto soy...", "Te amo..."

No hacer transformismos ni para obtener su aprobación,
sino mejorar en lo posible para que tus virtudes, al llamar la atención, eclipsen tus faltas.

El resentimiento...

El resentimiento...

El resentimiento es una extraña fantasía de dolor que quizá mantenemos con la esperanza de que otra persona venga a disculparse, a reconocer su error. La otra persona tiene sus propios argumentos y razones o justificaciones para haber obrado como lo hizo y nuestro resentimiento no va a cambiarlos. Si esa manera de obrar, que nos dolió tanto, es verdaderamente un error del otro, él mismo estará sufriendo las consecuencias aun cuando aparentemente no lo demuestre, ya que es difícil saber lo que pasa en el corazón de otro ser humano.

El poeta norteamericano Longfellow decía: “Si nosotros pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, podríamos encontrar en la vida de cada uno de ellos tanta pena y tanto sufrimiento, que sería suficiente para desarmar cualquier hostilidad”.

Cuentan que una vez un hombre llegó a su casa y encontró que había sido saqueada por ladrones. Sintió hondo pesar por lo que le había sucedido y, después de hacer el recuento de las pérdidas, se llenó de rabia, frustración e impotencia y, sin embargo, al reflexionar, se dio cuenta de que, fuera de intensificar las precauciones, era muy poco o nada lo que podía hacer por recuperar sus bienes o encontrar a los ladrones.
Entonces dijo: “ya que me robaron mis bienes, no voy a permitir que me roben mi tranquilidad y mi paz”. Y decidió olvidarse del asunto.

Que nos hagan un agravio no significa nada, a menos que insistamos en recordarlo.

Autor anónimo

domingo, 30 de septiembre de 2007

El amor empieza...

El amor empieza

El amor empieza
cuando se rompen con los dedos y se dan vuelta las solapas del traje, cuando ya no hace falta pero tampoco sobra la vejez de mirarse, cuando la torre de los recuerdos, baja o alta, se agacha hasta la sangre.

El amor empieza cuando Dios termina, cuando el hombre se cae, mientras las cosas, demasiado eternas, comienzan a gastarse, y los signos, las bocas y los signos, se muerden mutuamente en cualquier parte.

El amor empieza cuando la luz se agrieta como un nuevo disfrazado sobre la soledad irremediable...

Porque el amor es simplemente eso: la forma del comienzo tercamente escondida detrás de los finales.

Curioso liberalismo autóctono... @dealgunamanera...


En la Argentina se suelen rechazar las ideas de buenos liberales como San Martín y Alberdi.



Los habitantes de nuestro país han sido robados, saqueados, se les ha hecho matar por miles. Se ha proclamado la igualdad y ha reinado la desigualdad más espantosa; se ha gritado libertad y ella sólo ha existido para un cierto número; se han dictado leyes y éstas sólo han protegido al poderoso. Para el pobre no hay leyes, ni justicia, ni derechos individuales, sino violencia y persecuciones injustas. Para los poderosos de este país, el pueblo ha estado siempre fuera de la ley".

El autor de este texto no es un activista ubicado en el extremo ideológico del panorama nacional. Fue un hombre moderado, un gran intelectual liberal, don Esteban Echeverría. El autor del Dogma Socialista, en esta carta que le escribía a su amigo Félix Frías en 1851, poco antes de morir, hacía un balance del período comprendido de Mayo a Rosas y daba cuenta con innegable dolor de la distancia que separaba al pensamiento liberal de la verdadera libertad de aquel pueblo que la Generación del 37 había idealizado y al que querían elevar a los niveles de "la Inglaterra o la Francia".

Unas décadas más tarde, quizás el teórico liberal más notable que dio nuestro país, Juan Bautista Alberdi, el autor del libro que sirvió de base para la redacción de nuestra Constitución Nacional, analizando los gobiernos liberales de Mitre, Sarmiento y Avellaneda, escribía: "Los liberales argentinos son amantes platónicos de una deidad que no han visto ni conocen. Ser libre, para ellos, no consiste en gobernarse a sí mismos sino en gobernar a los otros. La posesión del gobierno: he ahí toda su libertad. El monopolio del gobierno: he ahí todo su liberalismo. El liberalismo como hábito de respetar el disentimiento de los otros es algo que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte" (1).

Ambos pensadores, quizás los exponentes más lúcidos del liberalismo criollo del siglo XIX, ponían el dedo en una llaga nunca cicatrizada: la dicotomía existente entre una práctica política conservadora y una proclamada ideología liberal que sólo se expresaba en algunos aspectos económicos.

Ni siquiera en todos, porque la crítica liberal que planteaba la no intervención estatal no funcionó nunca en nuestro país si se trataba de apoyar con fondos estatales la realización de obras públicas por contratistas privados cercanos al poder, o del salvataje de bancos privados como viene ocurriendo desde 1890 a la fecha.

Para los autodenominados "liberales argentinos" estas intervenciones estatales en la economía no eran ni son vistas como tales. Pero estuvieron y están prestos a calificar como "gasto público" a lo que los propios teóricos del Estado liberal denominan sus funciones específicas como la salud, la educación, la justicia y la seguridad y que son denominados, incluso por los autodenominados "organismos financieros internacionales", como "inversión social", porque el Estado recuperará cada peso invertido en una población sana y con capacidad laboral y tributaria.

Si el Estado no cumple con estas funciones básicas, decía John Locke (1632-1704) -uno de los padres fundadores del liberalismo- el pacto social entre gobernantes y gobernados se rompe y los ciudadanos tienen derecho a la rebelión.

Las revoluciones burguesas europeas, producidas entre 1789 y 1848, dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominan "liberal". La ideología que sustentaba estos regímenes es el denominado "liberalismo", que a mediados del siglo XIX presentaba un doble aspecto: político y económico.

El liberalismo político significaba teóricamente respeto a las libertades ciudadanas e individuales (libertad de expresión, asociación, reunión), existencia de una constitución inviolable que determinase los derechos y deberes de ciudadanos y gobernantes; separación de poderes para evitar cualquier tiranía; y el derecho al voto, muchas veces limitado a minorías.

Junto a este liberalismo político, el Estado burgués del siglo XIX estaba también asentado en el liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio de la alta burguesía y que, en gran medida, eran consecuencia de la Revolución Industrial.

Desde el punto de vista práctico, el liberalismo económico significó la no-intervención del Estado en las cuestiones sociales, financieras y empresariales.

A nivel técnico supuso un intento de explicar el fenómeno de la industrialización y sus más inmediatas consecuencias: el gran capitalismo y las penurias de las clases trabajadoras.

La alta burguesía europea veía con preocupación cómo alrededor de las ciudades industriales iba surgiendo una masa de trabajadores. Necesitaba, por lo tanto, una doctrina que explicase este hecho como inevitable y, en consecuencia, sirviese para tranquilizar su propia inquietud. Tal doctrina fue desarrollada por dos pensadores: el escocés Adam Smith (1723-1790) y el británico Thomas Malthus (1766-1834).

Smith pensaba que todo el sistema económico debía basarse en la ley de la oferta y la demanda. Para que un país prosperase, los gobiernos debían abstenerse de intervenir en el funcionamiento de esa ley "natural": los precios y los salarios se regularían por sí solos, sin intervención alguna del Estado y ello, entendía Smith, no podía ser de otra manera, por cuanto si se dejaba una absoluta libertad económica, cada hombre, al actuar buscando su propio beneficio, provocaría el enriquecimiento de la sociedad en su conjunto, algo así como la tan meneada y falsa teoría del derrame.

Malthus partía del supuesto de que la población crecía mucho más rápido que la generación de riquezas y alimentos. Pensaba que la solución estaba en el control de la natalidad de los sectores populares y en dejarlos abandonados a su suerte para la naturaleza.

Tanto Malthus como Smith piden la inhibición de los gobernantes en cuestiones sociales y económicas. Sus consejos fueron muy escuchados y practicados por estos lares.

La trayectoria del autodenominado "liberalismo argentino" ha sido por demás sinuosa pero coherente. El credo liberal no les ha impedido a algunos formar parte de todos los gabinetes de los gobiernos de facto de la historia argentina. Han tolerado y en muchos casos justificado y usufructuado de la represión de la última dictadura militar para seguir haciendo negocios sin ser molestados.

Quizás ya sea hora de que relean al más notable liberal en serio que pisó el suelo argentino, José de San Martín, quien escribió en el Código de honor del Ejército de los Andes: "La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes, ni le da armas para que cometa la bajeza de abusar de estas ventajas ofendiendo a los ciudadanos con cuyos sacrificios se sostiene. La tropa debe ser tanto más virtuosa y honesta, cuanto es creada para conservar el orden, afianzar el poder de las leyes y dar fuerza al gobierno para ejecutarlas y hacerse respetar de los malvados que serían más insolentes con el mal ejemplo de los militares. La Patria no es abrigadora de crímenes".

1. Juan Bautista Alberdi, "Escritos póstumos", Tomo X, Buenos Aires, Editorial Cruz, 1890


© Felipe Pigna.
 Historiador